martes, 1 de julio de 2008

LOS DESAFORTUNADOS DICHOS DEL CERDO

Joaquín Figueroa

La semana pasada, recia en movilizaciones sociales en pos de la anulación de la Ley General de Educación (LGE), paupérrimo proyecto de cambio a la ley maldita de la educación chilena, la LOCE (Ley Orgánica y Constitucional de Educación), todo terminó en el antidemocrático congreso nacional, donde la presión del gobierno para sus correligionarios fue la tónica del día previo a la votación de aprobación. Mas de algún descarriado concertacionista entonó por brutales 24 horas de asedio gubernamental sendos discursos sobre la misérrima ley de recambio, pero finalmente, tras alguno que otro salto y pedo, prácticamente todos los diputados se cuadraron con el ejecutivo.

Interesante fue ver a una derecha callada, tranquila, segura, que sin mover un dedo, ni desplumar a nadie, mantuvo los privilegios de la ley maldita intactos, a decir, el derecho a lucro en la educación y la municipalización de la misma. Pareciera que el gobierno había pactado con “el enemigo” antes de preguntar siquiera a sus propios correligionarios sobre lo que pensaban de la educación…

Pero días después, entrevistada en radio cooperativa, la mandataria abriría sus mas íntimas percepciones sobre su idea de estado, democracia e ideología, al referirse al tema de educación, con una frase para el bronce digna de futbolista farandulero:

Yo no estoy de acuerdo con la educación pública y gratuita.

Así como lo lee. Seguía su discurso sin inmutarse y equivocando su pertenencia a cierto estrato social, diciendo que:

“aquellos que tienen como pagar, perdón aquellos que tenemos como pagar, debemos pagar por la educación” (sic).

Que se desprende de estos dichos?

La idea de Estado de la mandataria no dista mucho del fascismo retrógrado de nuestra derecha chilena, pues no ve en cada ciudadano un ser con derechos indistintamente de su clase social, ocupación o abolengo, si no como un ser prejuzgado dependiendo de la situación económica de sus padres. Por tanto, la idea de ciudadano no depende de sí mismo, si no del estrato social al que pertenece. Una idea muy peligrosa, que no dista mucho de discriminar luego por raza, color de piel o credo, aunque en una primera instancia pareciera una “discriminación positiva” que pudiese entregar buenos resultados… en un Estado que privilegia la desigualdad social casi como principio constitucional, donde el derecho humano a la educación está condicionado por otras variables.

Se develó por tanto, así misma como una defensora de la desigualdad, de la desidia del aparato estatal para con su gente, encaminándose a un peligroso acercamiento a las posturas de la derecha chilena, compartiendo visiones de un estado jibarizado, donde el mercado lo regula todo, y donde en la realidad lo regulan los grandes consorcios nacionales y trasnacionales a favor de sus intereses y en desmedro del resto de los chilenos.

Luego de estas desafortunadas opiniones, sería bueno saber qué piensa esta doctora, en los albores del siglo veintiuno, con respecto a la salud, por ejemplo. No hablemos de salud de personas, hablemos de la salud de un país, de un Estado/Nación pronto a cumplir los doscientos años de vida. No nos saldrá con el pastelito de que los que tienen pagan y los que no se joden, y nos llevaremos la sorpresa de saber que la recientemente abuela lo fue en una cómoda clínica privada que paga su costeo gracias al erario público nacional que le entrega su sueldo.

A pocos días de la conmemoración del natalicio de Salvador Allende, sería interesante saber lo que el doctor le hubiese dicho a su correligionaria y compañera de partido...

Y mientras el Chicho se revuelque en su tumba, hay que ver que los cerdos también tienen tribuna para decir las idioteces que les salgan del hocico.

Y que el dios ampare al resto de los mortales.

Joaquin Figueroa

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